7.3.10

Duino


PRIMERA ELEGÍA



¿Quién, si yo gritara, me escucharía entre las órdenes

angélicas? Y aun si de repente algún ángel

me apretara contra su corazón, me suprimiría

su existencia más fuerte. Pues la belleza no es nada

sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces

de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente

desdeña destrozarnos. Todo ángel es terrible.

Así que me contengo, y me ahogo el clamor de la garganta

tenebrosa. Ay, ¿quién de veras podría ayudarnos? No

los ángeles, no los hombres, y ya saben los astutos

animales que no nos sentimos muy seguros en casa,

dentro del mundo interpretado. Nos queda quizás

algún árbol en la loma, al cual mirar todos los días;

nos queda la calle de ayer y la demorada lealtad

de una costumbre, a la que le gustamos, y permaneció,

y no se fue. Oh, y la noche, y la noche, cuando el viento

lleno de espacio cósmico nos roe la cara:

¿Para quién no permanecería aquélla, la anhelada,

la tierna desengañadora, ahí, dolorosamente próxima

al corazón solitario? ¿Es más suave con los amantes?

Ay, ellos sólo se ocultan uno a otro su suerte.

¿Todavía no lo sabes? Arroja el espacio que abarquen

tus brazos hacia los espacios que respiramos; quizá

los pájaros sientan el aire ensanchado con un vuelo más íntimo.
(…)



Rilke


Imagen: Castillo de Duino, Bahía de Trieste

Música: Tom Waits, "Falling down",


2 comentarios:

Graça Pires dijo...

As elegias de Rilke são muito belas e extemamente inspiradoras...
Um beijo, amigo.

Graça Pires dijo...

quis dizer extremamente, claro.