24.3.18

DE POÉTICA Y NIEBLA
tan lejos de uno mismo —hoy—
Aunque en las noches la busco,
sé que no existe,
que el hueco donde late,
dentro de mí, no es mi refugio,
ese hueco donde estoy y no estoy,
donde está y no está
—sin paz— la poesía,
no existe,
es solo —siempre— la pregunta
que me arrastra el poema.
El poema es lo que tengo:
a veces —lo sabemos de sobra— es dócil
como un cachorro que nos sigue
adonde vamos. Otras, es el cabo
de las tormentas,
indómito, intratable,
golpeando la niebla de mi pecho.
Paciente en cierto modo,
desciendo a la colmena de la ciudad dormida:
soy la abeja
atrapada en la celda
por el hilo
de su boca obsesiva.
Haciendo me deshago.
El poema es veneno
que bebo en mis labios.
¿Del fondo de qué abismo
asoman las palabras
pegajosas de vida
o de muerte?
En la sombra devano la madeja
que he llamado mi historia,
sílabas desnudas como miradas
que me corroen
o me alimentan.
El poema no es un juego,
no es un jeroglífico.
Pero hay que darle la vuelta
a las palabras, saber
que viven entrelíneas,
que se muerden la lengua
para decirnos:
en lo que callan
me hablan.
Escribir es niebla.
Para mí quiero
todas las palabras.
Cuando escribo me escriben.
En su tela me enredo.
Ángeles Mora. Bajo la alfombra, 2008.
Imagen: Schiele

21.3.18

Jo soc la veu que han fet la veu d’uns altres 
desteixint balbucejos, remors i altres consignes, 
i si em tremola el llavi com li tremola a uns altres 
és per haver admès l’eco d’un esperit-diable 
que ha corsecat el coll amb tanta i tanta cendra. 
 
Soc la veu i la cendra, i ja m’hi fot 
no poder encomanar cap altre encant més alt, 
tanmateix puc jurar que encara em vibra amb força 
el puny quan s’afaiçona pel nervi i per l’espasme, 
vull dir, no he mort del tot, no he diluït encara 
la veu entre les veus, la cendra entre les cendres,
i mastego encenalls per escopir l’incendi: 
jo soc la veu d’uns altres que frisa per cremar-se
i per cremar els ignífugs fragments de morals fetes.

Manel Marí

4.3.18

LA ALEGRÍA

¿Y si morir no nos entristeciera?
Ni Platón ni el cristianismo
hubieran sido necesarios.
La historia de Occidente se funda en la tristeza
que nos causa la muerte
de la que no sabemos nada
porque todo lo ocupa.
Yo elijo la alegría
no de vivir, que acaso es más estúpida,
sino de imaginar que todo esto
será olvidado para siempre,
que un día no seré durante nunca,
que tampoco está siendo en este instante.

Antonio Praena. “Historia de un alma”. Visor, 2017