10.7.15

REALISMO

El único final feliz es el de Ulises.
Por lo demás, qué realismo en Grecia.
Los amores se truncan, el deseo
se transforma en un fuego ingobernable,
la ceguera convierte a un hombre en títere.
Orfeo, solitario, se deprime.
Fedra se rompe por un jovencito.
De Ariadna se sirven como de un cerrajero.
De Helena triunfa, en cambio,
la belleza soberbia que quisiéramos
saber escarnecida. La guerra ha sido inútil:
¿cabe más realidad?
No comieron perdices. Nunca fueron
demasiado felices los helenos.
No nos dan para un guión americano.


Aurora Luque, Personal & político (Fundación José Manuel Lara, 2015)

Imagen: Ghika


3.7.15

GRECIA


Si te hubiera encontrado a la sombra de los plátanos,
cuando corría el Cefeso entre las flores,
y cuando los muchachos soñaban con la gloria
y a muchos corazones Sócrates conquistaba,
cuando Aspasia paseaba entre los mirtos,
cuando el clamor de un gozo fraternal
resonaba en el ágora bullente,
y cuando mi Platón creaba paraísos,

cuando a la primavera daban gracia los cantos,
y cuando descendían torrentes de entusiasmo
del monte sacrosanto de Minerva,
en honor de la diosa protectora;
donde en mil dulces horas de poesía,
como en divino sueño, la vejez se esfumaba;
¡si te hubiera encontrado, amigo, entonces
igual que el corazón te halló hace pocos años!

¡De qué distinto modo te hubiera yo abrazado!
Tú me habías cantado de Maratón los héroes,
y el más hermoso de los entusiasmos,
desde tus ojos ebrios, habría sonreído,
rejuvenecería tu pecho la victoria,
y tu espíritu, coronado de laurel,
no se le haría opresivo el opaco bochorno
de la vida, que apenas refresca alegre brisa.

¿Se perdió para ti la estrella del amor
y de la juventud la dulce luz de rosas?
¡Ay!, girando en la danza de las horas doradas
de la Hélade, la huida del tiempo no sentiste;
eternos, como llamas de vestales, ardían
el amor y el buen ánimo en cada corazón;
y, cual de las Hespérides los frutos, florecía
eterno, allí, orgulloso pozo de juventud.

¡Ay! En aquellos tiempos mejores, no habría
latido tan en vano tu amante corazón,
tan grande y fraternal, por este pueblo, al que
dedicamos gustosos nuestras lágrimas.
Mas sé perseverante; ha de llegar la hora
que libre a lo divino de su cárcel.
¡Muere! Porque tú buscas, oh espíritu selecto,
en vano tu elemento en este bajo mundo.

Ática, la heroína, ha sucumbido; y donde
descansan los antiguos vástagos de los dioses,
en las ruinas de las bellas salas de mármol,
ahora, solitaria, se lamenta una grulla.
Sonriente, desciende la dulce primavera,
mas ya no volverá a hallar a sus hermanos
en el sagrado valle del Iliso…
pues duermen sepultados entre escombros y espinas.

Se dirige mi anhelo hacia un país mejor,
hacia Alceo y hacia Anacreonte,
y quisiera dormir en angosta morada
en Maratón, junto a los santos. ¡Ay!
¡que sea la postrera de mis lágrimas
la que fluyó por la querida Grecia!
¡Haced sonar, oh Parcas, las tijeras,
porque mi corazón pertenece a los muertos!


Friedrich Hölderlin (Trad. Federico Bermúdez-Cañete)

Imagen: Odiseo y las sirenas