Notaba que los labios se le movían. Repetía esas preguntas una y otra vez, sin hablar, formulándolas solamente con los labios. Quizá no era más que un temblor que se iba intensificando, igual que todas las preguntas que veía ahora claramente ante sí como signos de interrogación que daban vueltas cada vez más deprisa, como las letras de un tiovivo. Y las respuestas parecían caras que, al pasar volando, le sonreían momentáneamente, caras insignificantes que uno no podía recordar.
(...)
El sintió su propio miedo, el miedo de un hombre decrépito que se mudaba a una ciudad desconocida.
Inka Parei, El principio de la oscuridad (Ed. Acantilado)
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El sintió su propio miedo, el miedo de un hombre decrépito que se mudaba a una ciudad desconocida.
Inka Parei, El principio de la oscuridad (Ed. Acantilado)
La imagen es de Chen Yiming "Primavera temprana", una de las sorpresas de esta semana (parte de su pintura se expone en el Instituto Valenciano de Arte Moderno...) junto a la novela, preciosa, de Parei...
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