21.5.13


ACTO PRIMERO
Escena IV

ROMEO: Tuve un sueño anoche...

MERCUTIO: Y yo otro.

ROMEO: Bien ¿y qué soñasteis?

MERCUTIO: Que los soñadores suelen mentir

ROMEO: Dormidos en su cama, en tanto sueñan cosas verídicas.

MERCUTIO: ¡Oh! Ya veo, pues, que ha estado con vos la reina Mab. Es la comadrona de las hadas, y llega, bajo un tamaño no más grueso que el ágata que brilla en el dedo índice de un regidor, arrastrada por un tronco de atomísticos corceles, a pasearse por las narices de los hombres mientras están dormidos. Los radios de las ruedas de su carroza están fabricados de largas patas de araña; la cubierta, de alas de saltamontes; las riendas, de finísima telaraña; los arneses, de húmedos rayos de un claro de luna; su látigo, de un hueso de grillo; la tralla, de una hebra sutil; su cochero, un pequeño mosquito de librea gris, ni la mitad de grande como el redondo gusanillo que se extrae con la punta de un alfiler del indolente dedo de una doncella. Su carroza es un cascaroncillo de avellana, labrado por la carpintera ardilla o el viejo gorgojo, desde antiguos tiempos artífices de carruajes de hadas. Y en ese tren galopa, noche tras noche, por los cerebros de los enamorados, que en seguida sueñan con amores; sobre las rodillas de los cortesanos, que al punto, sueñan con reverencias; sobre los dedos de los abogados, que al instante sueñan con minutas; sobre los labios de las damas, que acto seguido sueñan con besos, labios que Mab, enfurecida, infecta a menudo, atormentándolos con ampollas, por haber viciado sus alientos con golosinas aromáticas. Algunas veces cabalga sobre la nariz de un palaciego y entonces sueña que ventea una promoción; y otras, con el rabo de un lechón del diezmo, cosquillea en la nariz de un párroco mientras está dormido, e instantáneamente sueña en la prebenda inmediata. También se la ve pasear por el cuello de un soldado, y al momento sueña con degüellos de enemigos, brechas, emboscadas, hojas españolas, brindis y tragos de cinco codos. Y entonces suena de repente el tambor en sus oídos, con lo cual él da un salto y se levanta, y con semejante susto, reniega una oración o dos y se duerme de nuevo. Esta Mab es la misma que trenza las crines de los caballos en la noche y conglutina las greñas de los duendes en sucios y feos nudos, que, una vez desenmarañados, pronostican grandes desventuras. Esta es la bruja que, cuando las doncellas duermen de espaldas, las oprime y las enseña a resistir por primera vez, haciendo de ellas mujeres que sepan portarse. Esta es la...

ROMEO: ¡Silencio! ¡Silencio, Mercutio, silencio! Estás hablando de nada.

MERCUTIO: Es verdad, hablo de sueños, que son los vástagos de una mente ociosa, engendrados únicamente por la vana fantasía, tan insustancial como el aire y más mudable que el viento que ahora acaricia el seno helado del Norte, y después repentinamente irritado, brama desde allí volviendo la cara al Sur, destilador de rocío. 

W. Shakespeare. Romeo y Julieta

Imagen: Magritte, "El hermoso mundo"
Música: Romeo & Juliet

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